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domingo, 4 de marzo de 2018

Vino: los 6 errores que cometemos en los restaurantes


Elegir un vino puede ser complicado dada la extensa carta de algunos restaurantes. Y es aún más difícil si no se tiene mucho conocimiento sobre la materia. Pero, aunque no lo parezca, elegir la opción correcta es más fácil de lo que parece.
Veamos los seis errores que más se cometen en un restaurante a la hora de pedir un vino para así evitar que te entren los sudores fríos cuando el camarero pregunte “¿saben qué van a tomar?”.
1. Cualquier vaso es apto para beber
Diferentes estudios aseguran que la forma y el tamaño de la copa influyen considerablemente en nuestra percepción sensorial. Que no te dé vergüenza pedir que te la cambien. Es probable que el restaurante ofrezca de inicio una copa de vino “estándar”, pero si en otras mesas ves que los comensales tienen un tipo diferente sobre la mesa, pregunta si puedes tú tener uno a la altura del vino que has pedido.
La regla general es una copa de vino más pequeña para vinos blancos (a excepción del Chardonnay) y más grande para los tintos.
2. Elegir según la uva con el que está hecho
Piensas “elijo este porque es el único que conozco”. En un intento de querer aparentar saber mucho puedes acabar cometiendo un error carísimo. Pregunta y aprende qué vino marida mejor según el plato que vas a comer. De este modo, ampliarás tus conocimientos sobre la materia y te ahorrarás futuras equivocaciones. No todos los vinos son iguales.


(Spondylolithesis / Spondylolithesis - iStock)
3. Evitar devolver el mal vino
Antes de anticiparte a calificar un vino como malo, analiza antes rasgos como el aroma. Si presenta un fuerte olor a corcho, a cartón mojado o incluso a moho, es debido a un defecto que parte de la bodega, y por tanto puedes reclamar al restaurante que lo cambie. No obstante, antes oxigena el vino para ver si el desagradable aroma desaparece.
Si aún así, crees que algo va mal con el vino, pero no estás seguro, pide al camarero/sumiller que lo revise. No tengas vergüenza si consideras que debes devolverlo.
4. Elegir el segundo vino más barato de la carta
O lo que es lo mismo: no ser tan tacaño. Sin embargo, algunos restaurantes ya saben que los clientes cometen este error. Por este motivo compran un vino barato para conseguir un mayor margen de ganancia. Con esto no decimos que os la juguéis al más barato, la carta más segura es el vino de la casa, aunque hay que ir con cuidado con su precio, claro. Y si no, recurre al punto siguiente.


(nixoncreative / Getty)
5. Hablar no cuesta dinero
Este caso tiene relación con el anterior error. Aprender de un sumiller, que puede aconsejarte o explicarte qué le sucede al vino, no hará que la cuenta tenga un cero de más.
Cuando hay un sumiller disponible, debes aprovechar la ocasión porque podrá explicar el origen y, tal vez, algún secreto del vino que quieres compartir en la velada. Piensa que el sumiller desea tanto como tú que vivas la mejor experiencia y puedes estar seguro de que “cuidará” de ti. Puedes hablar tranquilamente sobre el presupuesto del que dispones, si consumes frecuentemente alcohol, con qué se maridará...
6. No degustarlo antes de pedirlo
“¿Desea probarlo?” Ante esta pregunta, la respuesta es algo obvia: “sí, por favor”. Evidentemente, no los probarás todos, pero si haces una degustación del vino y no te convence, ¿para qué seguir con esa botella toda la cena?
Cabe la posibilidad de que las botellas ya estén abiertas, así que no sufras creyendo que te hará pagar la botella sin más. No obstante, si no puedes hacerlo, tranquilo. Si no te ha gustado después de la recomendación del sumiller, es posible que asuma parte de culpa por no haberte ofrecido el vino perfecto para ti e intente arreglarlo, aunque, siendo sinceros, es realmente difícil que se equivoque. Al fin y al cabo, como hemos visto, son muy necesarios para tener una cena en armonía.

viernes, 2 de marzo de 2018

Los alimentos que deberías desterrar de tu cena


¿Será cierto aquel dicho popular “el melón por la mañana oro, por la tarde plata y por la noche mata”? O que los carbohidratos son el enemigo número uno de la dieta si los tomamos a partir de las 18 h, que los cítricos provocan acidez si los consumimos a la hora de la cena o que conviene evitar las verduras crudas, de difícil digestión, antes de irnos a la cama.
Son algunas de las creencias populares que circulan sobre lo que debemos (o no) incluir en la cena, aunque en muchas ocasiones no son más que tópicos que deberíamos empezar a erradicar. ¿De verdad hay alimentos que no debemos comer de noche? Según Álvaro Sánchez, nutricionista de Medicadiet, “depende siempre de cada persona, pues es complicado hacer afirmaciones que sirvan para todo el mundo, ya que la dieta debería ser siempre personalizada”. Dicho esto, es cierto que hay algunos alimentos con los que hay que ir cuanto menos con cuidado si decidimos consumirlos de noche, y otros que se llevan la fama y que al fin y al cabo no son tan desaconsejables como creemos.
Carbohidratos




Los carbohidratos son necesarios
Los carbohidratos son necesarios (Westend61 / Getty)
“Se han demonizado injustamente los carbohidratos”, asegura Sánchez, ya que no dejan de ser una fuente de energía. Conviene limitar su consumo por las noches, ya que es cierto que el cuerpo no va a necesitar tanto esta energía, pero no se deben eliminar por completo bajo ningún concepto. “Deberíamos consumir algo de hidratos de carbono en todas las comidas, también por la noche. De no hacerlo, vamos a levantarnos con más hambre e incluso a tener una hipoglucemia nocturna”.
Los carbohidratos nos ayudan a mantener la masa muscular, “y el problema de las dietas low-carb es que no solo acaban por destruirla, sino que se reduce considerablemente el consumo de fibra, cosa que tiene consecuencias sobre nuestra salud”. La fibra es fundamental para el buen funcionamiento de la microbiota intestinal (la que denominamos comúnmente flora), vital para el buen funcionamiento del organismo.
Conviene limitar el consumo de carbohidratos por las noches
Por tanto, hay que comer hidratos de carbono en todas las comidas, también por la noche, aunque conviene regular su consumo. “Basta una rebanada de pan, un puñado de arroz o cereal, a poder ser integral, pues al ser de absorción lenta mantienen el índice glucémico a unos niveles moderados”. Los que hacen deporte por las tardes deben incluir sí o sí algo de carbohidrato en la cena. “El músculo tiene que recuperarse”, dice Sánchez.
Fruta




Una pieza de fruta de tamaño normal contiene 10 gramos de fructosa
Una pieza de fruta de tamaño normal contiene 10 gramos de fructosa (fotohunter / Getty)
Mientras parece haber consenso en que la verdura es una gran aliada por las noches, ya que tiene pocas calorías, mucha fibra y un índice glucémico bajo (salvo la calabaza y la zanahoria hervidas), con la fruta suele haber más controversia. ¿Qué hay de cierto en aquello de que conviene evitar la fruta por las noches? “Para empezar, es falso que la fruta contiene azúcar, ya que una cosa es la sacarosa y otra es la fructosa. Una pieza de fruta de tamaño normal contiene 10 gramos de fructosa, una cantidad de hidratos de carbono similar a una rebanada de pan pequeña, de manera que podemos tomarla por la noche sin problemas”, asegura Sánchez.
Lo que es sin duda un error es no comer fruta a lo largo del día y por la noche optar por un bol con varias piezas “o comernos medio melón”. Lo aconsejable es siempre “repartir los hidratos de carbono a lo largo del día para que el índice glucémico esté estable, de lo contrario acabaremos teniendo hipoglucemia y unas ganas terribles de dulce”.
Embutidos




Surtido de embutidos
Surtido de embutidos (Kuvona / Getty Images/iStockphoto)
Por descontado que salchichón, chorizo y demás derivados grasos del cerdo son alimentos non gratos en la cena, pero podemos extender esta prohibición a la socorrida loncha de jamón cocido o incluso a la pechuga de pavo. “Desde luego que los embutidos magros son más saludables que los grasos, y también que lo son más los que proceden de aves, pero no es recomendable convertirlos en alimentos recurrentes en nuestras cenas”, afirma el nutricionista.
La idea es evitar los alimentos procesados y apostar por huevos, verdura, legumbres, pescado o frutos secos, además de buscar otras fuentes de proteína que vayan más allá de la carne y sus derivados, los cuales deberían ser productos de consumo esporádico.
Carne roja




Carne de ternera
Carne de ternera (fcafotodigital / Getty Images)
¿Qué significa exactamente esporádico, un término que, cuando se asocia a la carne roja, da lugar a múltiples interpretaciones? Sánchez suele decirlo así en su consulta: “Si no se come carne roja, es decir, ternera, cerdo y buey, en una semana no pasa nada”. Como máximo deberíamos consumirla un par de veces a la semana, de manera que es un error convertir el bistec o la hamburguesa en un básico de nuestras cenas.
“La grasa de estas carnes es en su mayor parte saturada, y un exceso puede dar lugar a patologías digestivas de diversa índole. Si buscamos proteínas podemos encontrarlas mejor en los pescados azules, que además contienen gran cantidad de vitamina D, de la que solemos tener déficit”. Sánchez asegura que la mayoría consumimos más proteína de la que necesitamos (“hasta tres veces más”, puntualiza) y que lo ideal es revertir esta tendencia “y volver a la dieta mediterránea, con un mayor aporte de fibra y menos de proteínas”.
Lácteos




queso
queso (nevodka / Getty Images/iStockphoto)
Cuidado con aquello de “me como un yogur y a la cama”, pues buena parte de lácteos procesados llevan una cantidad ingente de azúcar. Y el azúcar jamás va a ser bienvenido en nuestra dieta, ni por la noche ni en ningún otro momento del día. “Lo máximo que deberíamos tomar es una cucharada al día, y si no la tomamos mejor”, afirma Sánchez, que asegura “que los procesados llevan, sobre todo, grasa, sal y azúcar”, de manera que será siempre mucho mejor comer un yogur natural, pese a que contenga la grasa de la leche, que un lácteo desnatado con azúcares y aditivos.
Conviene leer las etiquetas y, si el cuerpo nos pide quesos, “apostar siempre por quesos frescos como mozzarella o cabra fresca”, antes que los curados, que pueden contener hasta el doble de grasa.
Legumbres




A parte de sus propiedades nutricionales, las legumbres pueden ayudar mucho al medio ambiente
A parte de sus propiedades nutricionales, las legumbres pueden ayudar mucho al medio ambiente (AndreyGorulko / Getty Images/iStockphoto)
Si bien no sería correcto decir que no se deben comer legumbres por la noche, sí es cierto que “se deben evitar los platos de legumbres de noche si nuestro organismo no está demasiado acostumbrado a la fibra”, apunta el nutricionista. Cuando empezamos a introducir las legumbres y otros alimentos con fibra en la dieta, como el brócoli, lo normal es que tengamos gases, de manera que hasta que nuestro cuerpo se acostumbre a ella más vale evitarlos por la noche, o al menos en grandes cantidades. Es decir, si tenemos tendencia a tener gases, más vale que combinemos los alimentos especialmente flatulentos con otros que no lo sean tanto: podemos empezar usando el brócoli o la coliflor como guarnición, acompañados de otros alimentos.
Sánchez asegura que, pese a que la dieta depende siempre de numerosos factores, desde la complexión física a los hábitos de vida o el estado de salud de cada persona, hay algo que se puede prescribir a todo el mundo: no conviene saltarse la cena en ningún caso, pero hay que intentar comer siempre moderadamente sin prescindir de ningún alimento, más allá de los procesados o los dulces.

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