Einstein no era perfecto. A pesar de lo adelantado de sus teorías, sus perspectivas sociales eran propias de la época en que vivía. En ese sentido no fue ningún iluminado. Pero está claro que su cerebro, en lo que a las cualidades puramente intelectuales y creativas se refiere, era asombrosamente privilegiado. La herramienta que lo convirtió en un genio, en uno de los científicos más importantes de la historia humana y, además, en uno de los iconos universales de la cultura popular. La pregunta es: ¿qué alimentación llevaba Einstein para mantener el cerebro en las condiciones en las que lo mantenía? ¿Cuál era su dieta mágica?
Sus alimentos favoritos
Desde luego no una vegetariana. Aunque con total seguridad habrás escuchado alguna que otra cita del físico alemán alabando las bondades de la alimentación libre de productos animales, lo cierto es que, según cuentan desde la revista digital Inverse, "durante la mayoría de su vida, Einstein fue un omnívoro, y solo se convirtió en vegetariano aproximadamente un año antes de su muerte en 1955". El resto del tiempo no le hizo ascos a casi nada, aunque parecía tener algunos alimentos predilectos. Entre ellos, dos que comía todas y cada una de las mañanas sin excepción: los huevos y los champiñones. Le flipaban demasiado.
"El desayuno de Einstein era en realidad bastante denso desde el punto de vista nutricional. Los huevos son ricos en proteínas y minerales como hierro, selenio y fósforo. Y los champiñones tienen un alto contenido de vitaminas B y antioxidantes. Una dieta rica en estos nutrientes podría haber ayudado al cerebro del científico a funcionar de manera óptima", explican desde este mismo medio. El almuerzo, a menudo unas latas de frijoles calentadas en una estufa, debido a lo concentrado que estaba en sus tareas, era "una gran fuente de antioxidantes, minerales y fibra". Quizás no sea lo más estimulante, pero cubrían sus necesidades.
Comer sin saber
En cuanto a la cena, y según narra el biógrafo Walter Isaacson, "eran snacks sencillos como salchichas, queso gruyère, fruta y té". Salvo por las salchichas, el resto son alimentos nutritivamente muy interesantes, e incluso estas, comidas en cantidades moderadas, pueden aportar proteínas de alto valor biológico. De todas formas, y como señala este mismo especialista, Einstein solía reunirse todas las noches para tener charlas y debates con otros científicos y personalidades y "era más propenso a enredarse en una conversación sin prestar atención a lo que estaba comiendo". Lo suyo eran las ideas. Consumirlas a puñados.
Lo que está claro es que Einstein no estaba ni remotamente tan rodeado de alimentos de mala calidad como tú. Y quizás ahí esté la clave: quizás se trate más de lo que no comía que de lo que comía. Al fin y al cabo, hoy se habría hartado de productos ultraprocesados, grasas saturadas, azúcares a montones y una cantidad de sal con la que convertir el lago Victoria en un océano. Sea como sea, y aunque la dieta sea muy importante en la función cognitiva, la genética y el entrenamiento mental marcan el camino. Tampoco te vuelvas loco y empieces a sobrevivir a base de huevos y champiñones. La teoría de la relatividad ya está inventada.
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